martes, 26 de febrero de 2019

Mi presencia en el mundo del Islam


Publié le 20 février 2019 par Begoña Iñarra


Gloria con enfermeros y pacientes en el departamento de pediatría del hospital.

Antes de comprometerme con la Misioneras de Nuestra señora de África. Quise hacer una experiencia misionera y ¡que sorpresa! El país el más cercano de España al que me enviaron fue, Argelia. Casualidad y suerte para mí. De seguir a Jesús por la huella de Mère Marie Salomé, como ella lo hizo, en la periferia de: Los Attafas, actualmente El Attaf. Curar enfermos e ir al encuentro cercana de la mujer, de manera especial y sencilla. Allí confirmé mi segunda llamada y vocación: seguir a Jesús, viviendo el sacramento del encuentro, la escucha cercana, el respeto de la diferencia de la religión en fidelidad al Dios único y compartido. ¡Fui feliz!


Gloria charlando con una amiga argelina.

El mayor tiempo en Argelia lo pasé en varios lugares del desierto. El nómada como sabemos por la historia es acogedor. La acogida es su gran valor, confirmando por la Biblia y el Corán: “El que te visita, es el huésped, el enviado de Dios”. Es por eso que en ciertas ocasiones van hasta sacrificar un cordero para acoger al huesped.

No olvidaré nunca ciertos acontecimientos. Comparto dos o tres que dan una idea de la fe profunda de los musulmanes en Dios, y de nuestra relación con ellos.


Gloria con dos compañeros enfermeros del hospital.

Una enferma madre de familia que seguí de cerca, se ausentó del hospital unos días antes de su muerte. Al volver me dijo: “Tenía que distribuir el dinero: cómo dar de comer a los pobres, pagar el entierro y comprar lo necesario para mi muerte”. El día de su muerte tuve la suerte de estar cerca de ella. Mirando hacia arriba, me cogió la mano repitiendo: “Te espero allí”.

Otra amiga íntima de la comunidad, tenía un hijo haciendo el servicio militar en la frontera con el Sahara durante la guerra entre Argelia y Marruecos, para apoderarse de un territorio. Un día llegaron a su casa dos policías para anunciarle la muerte de su único hijo. Toda la comunidad pasamos el día con ella. En medio de un silencio impresionante ella repetía: “Dios me lo ha dado. Dios me lo ha quitado. Que Dios sea alabado”. Impresionada por la fe enorme de esta madre que ofrecía el don de su hijo querido, en mi interior, rezaba con ella dando gracias.


Gloria con Yolanda, Carmen y vecinos de la comunidad de Nouakchott, durante una visita a Mauritania.

Conviviendo con los musulmanes que he conocido, mayormente durante el trabajo en el hospital, he descubierto que les gusta mucho intercambiar y hablar de religión. Uno de los enfermeros con el que trabajaba, un día me confesó que le daba mucha pena que yo no fuese musulmana para poder encontrarnos en el Cielo. Mi respuesta fue sencilla. “Tú piensas eso. Yo pienso que sí nos encontraremos”.

Una niña pequeña, hija de unos amigos, preguntó a sus padres, mirando mi cruz. “¿Qué es eso que Gloria lleva colgando del cuello?”. Los padres contestaron. “Gloria ha nacido en otro país distinto donde rezan de otra manera”. Me pareció una respuesta magnífica para que la niña entendiera.

Gloria Martinez, HMNSA
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