martes, 26 de febrero de 2019

El monstruo radiactivo de Sudáfrica

Miles de ciudadanos malviven junto a cientos de minas de oro abandonadas, altamente tóxicas
Johannesburgo 27 ENE 2019 - 15:41 CET

“Esa montaña es un monstruo. Se lleva a los niños y trae la muerte”. Tiny Dlamini señala el mayor vertedero minero de Sudáfrica, una elevación de tierra fina que en algunos puntos se vuelve roja, verde y blanca debido a la presencia de plomo, azufre y arsénico. Dlamini fue vecina de Snake Park, el asentamiento de casas y chabolas que se extiende al pie de esta loma tóxica a las afueras de Soweto, al norte de Johannesburgo, y en el que viven alrededor de 2.000 personas. Ráfagas constantes de viento levantan el polvo de las dunas y lo barren hacia las casas, pero Dlamini ni siquiera aparta el rostro: “No puedes huir de la montaña. El polvo está en el agua, en las paredes, en tu plato”.

Marikana: Un lugar parecido al fin del mundo

Científicos, ONG e investigadores como David Van Wyk, de la fundación cristiana Bench Marks, se han aliado para documentar los efectos nocivos de los residuos mineros sobre la población y exigir responsabilidades a las compañías y al Gobierno. Se estima que el 25% de los habitantes de Johannesburgo viven en asentamientos y que una cuarta parte de estos —unas 400.000 personas— residen en el cinturón minero. "Más de la mitad de los residentes de Riverlea, a quince minutos de Johannesburgo, tienen problemas respiratorios. También hay muchísimos casos de eccema y otras enfermedades epidérmicas y oculares”, dice Van Wyk.

Gran parte de los residuos de las 600 minas abandonadas alrededor de Johannesburgo se acumulan junto a comunidades residenciales negras y pobres como Snake Park. Bench Marks está ultimando un estudio en el que alerta del elevado índice de nacimientos de niños con parálisis cerebral. Solo en Snake Park hay 40 casos como el de Nkoketso, una niña de 11 años con el tamaño de una de seis. Mpho Matsemela, su abuela, de 61 años, pasa todo el día masajeando sus articulaciones y dándole a beber soluciones de hierbas que ella misma prepara: “Cuando llueve o sopla el viento, no puede dormir porque le cuesta respirar. A veces yo también tengo tos. Si vas al otro lado de la montaña, verás que allí todos los niños hablan y andan”.

Como Matsemela, muchos vecinos asocian sus problemas de salud a los metales pesados que el viento del norte trae desde el vertedero y piden al Gobierno ser realojados. En casa de Matsemela, los niveles de radiactividad —registrados por un técnico de Bench Marks— alcanzan los 11.30 mSv: “Eso es casi cinco veces más de lo permitido. Estamos a niveles de Chernóbil”, dice Van Wyk.
Sudáfrica es una de las reservas mundiales de platino y cromo, y la fuente de un tercio de todo el oro que se extrae. Fue precisamente la fiebre por este metal precioso lo que en 1886 atrajo a inversores de todo el mundo hasta la cuenca de Witwatersrand y terminó generando la riqueza suficiente para fundar Johannesburgo y convertirla en una de las capitales económicas de África. Pero el famoso oro de la provincia Gauteng ha terminado suponiendo un riesgo para la población: según un estudio de la universidad de North West, hay 600.000 toneladas métricas de uranio enterradas en los 270 vertederos de residuos alrededor de Johannesburgo, la mayoría de ellos al descubierto y sin delimitar.

La radiación en un asentamiento puede llegar a los niveles
del actual Chernóbil

“Si apiláramos los informes académicos y gubernamentales que hablan de los peligros de los relaves [desechos mineros] de uranio, el montón mediría más de cinco metros”, dice Mariette Liefferink, investigadora y presidenta de la Federación por un Ambiente Sostenible (FSE). Los altos niveles de radiación están asociados, además de al cáncer, a enfermedades como el párkinson, el alzheimer, los síndromes neurotóxicos y las deficiencias en el crecimiento.

Pese a que comisiones parlamentarias han declarado más de 30 áreas afectadas por el drenaje radiactivo y recomendado el realojamiento de asentamientos como el de Tudor Shaft, no parece ser suficiente: “Para ganar a las compañías mineras en los juzgados es necesario un estudio epidemiológico a gran escala que vincule la extracción de oro a los problemas de salud de forma concluyente, y eso solo puede hacerse con muchos recursos y voluntad política”, dice Liefferink.

Tras 130 años de minería, 6.000 yacimientos han sido abandonados

Bajo las múltiples denuncias de la población se esconde un problema de dimensiones colosales. 130 años de actividad minera han dejado un total de 6.000 minas abandonadas en todo el territorio sudafricano, para cuya rehabilitación o cierre el Departamento de Recursos Minerales admite no tener fondos suficientes. El Gobierno tampoco consigue que las grandes compañías activas se responsabilicen de sus desechos: Mintails, una de las grandes mineras de extracción de oro, operó sin permiso desde 2016 hasta 2018, año en que fue liquidada: “Ha dejado una responsabilidad medioambiental de 460 millones”, dice Liefferink, “esto significa que la comunidad sufrirá la contaminación de las aguas superficiales y subterráneas, del suelo y el polvo radiactivo, y que de la rehabilitación de los pozos abiertos y sus vertederos se encargarán el Estado y las generaciones futuras”.

Fondos sin utilizar

Un portavoz del Consejo Mineral Sudafricano, organismo que representa a las empresas mineras, asegura que estos casos son anomalías. “La distancia de seguridad está regulada. Las incidencias se producen porque la gente invade los vertederos y los vertederos estaban ahí antes que la gente”, declaró a la BBC Nikisi Lesufi, alto ejecutivo de la organización. En Sudáfrica hay más de 1.700 son minas operativas.
Tras una investigación en 2017 apoyada por el Centro Pulitzer, una organización internacional de patrocinio periodístico, el reportero Mark Olalde destapó la existencia de una fortuna en fondos de rehabilitación de minas —6.000 millones de rands, unos 380 millones de euros— que el Gobierno sudafricano no está utilizando. Fuentes del Departamento de Recursos Minerales lo confirman: “Ese dinero es una garantía para las empresas que no pueden afrontar los costes de rehabilitación. Las minas abandonadas o sin dueño no pueden ser rehabilitadas con este fondo”.

El problema es que la mayoría de compañías no dan por cerradas las minas que ya no les dan beneficios —eso supondría afrontar el coste medioambiental—, sino que las revenden a empresas más pequeñas que tratan de sacarles partido, y así sucesivamente, hasta que quedan abandonadas. Al final, muchos yacimientos son explotados ilegalmente por mineros en paro, conocidos como zama-zama. Estos hombres descienden a cientos de metros bajo tierra y excavan por su cuenta para subsistir. La mayoría vive con sus familias junto a los vertederos tóxicos.



Mi presencia en el mundo del Islam


Publié le 20 février 2019 par Begoña Iñarra


Gloria con enfermeros y pacientes en el departamento de pediatría del hospital.

Antes de comprometerme con la Misioneras de Nuestra señora de África. Quise hacer una experiencia misionera y ¡que sorpresa! El país el más cercano de España al que me enviaron fue, Argelia. Casualidad y suerte para mí. De seguir a Jesús por la huella de Mère Marie Salomé, como ella lo hizo, en la periferia de: Los Attafas, actualmente El Attaf. Curar enfermos e ir al encuentro cercana de la mujer, de manera especial y sencilla. Allí confirmé mi segunda llamada y vocación: seguir a Jesús, viviendo el sacramento del encuentro, la escucha cercana, el respeto de la diferencia de la religión en fidelidad al Dios único y compartido. ¡Fui feliz!


Gloria charlando con una amiga argelina.

El mayor tiempo en Argelia lo pasé en varios lugares del desierto. El nómada como sabemos por la historia es acogedor. La acogida es su gran valor, confirmando por la Biblia y el Corán: “El que te visita, es el huésped, el enviado de Dios”. Es por eso que en ciertas ocasiones van hasta sacrificar un cordero para acoger al huesped.

No olvidaré nunca ciertos acontecimientos. Comparto dos o tres que dan una idea de la fe profunda de los musulmanes en Dios, y de nuestra relación con ellos.


Gloria con dos compañeros enfermeros del hospital.

Una enferma madre de familia que seguí de cerca, se ausentó del hospital unos días antes de su muerte. Al volver me dijo: “Tenía que distribuir el dinero: cómo dar de comer a los pobres, pagar el entierro y comprar lo necesario para mi muerte”. El día de su muerte tuve la suerte de estar cerca de ella. Mirando hacia arriba, me cogió la mano repitiendo: “Te espero allí”.

Otra amiga íntima de la comunidad, tenía un hijo haciendo el servicio militar en la frontera con el Sahara durante la guerra entre Argelia y Marruecos, para apoderarse de un territorio. Un día llegaron a su casa dos policías para anunciarle la muerte de su único hijo. Toda la comunidad pasamos el día con ella. En medio de un silencio impresionante ella repetía: “Dios me lo ha dado. Dios me lo ha quitado. Que Dios sea alabado”. Impresionada por la fe enorme de esta madre que ofrecía el don de su hijo querido, en mi interior, rezaba con ella dando gracias.


Gloria con Yolanda, Carmen y vecinos de la comunidad de Nouakchott, durante una visita a Mauritania.

Conviviendo con los musulmanes que he conocido, mayormente durante el trabajo en el hospital, he descubierto que les gusta mucho intercambiar y hablar de religión. Uno de los enfermeros con el que trabajaba, un día me confesó que le daba mucha pena que yo no fuese musulmana para poder encontrarnos en el Cielo. Mi respuesta fue sencilla. “Tú piensas eso. Yo pienso que sí nos encontraremos”.

Una niña pequeña, hija de unos amigos, preguntó a sus padres, mirando mi cruz. “¿Qué es eso que Gloria lleva colgando del cuello?”. Los padres contestaron. “Gloria ha nacido en otro país distinto donde rezan de otra manera”. Me pareció una respuesta magnífica para que la niña entendiera.

Gloria Martinez, HMNSA
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lunes, 25 de febrero de 2019

50 años de misionera en Túnez


Publié le 20 février 2019 par Begoña Iñarra


María en la biblioteca de La Marsa, con una joven a quien ayuda con sus estudios.

Hace unas semanas festejé en Túnez, los 50 años de mi llegada a Africa.

Durante 30 años he sido maestra de escuela con niños de primaria. Luego, unos 15 años he trabajado en bibliotecas escolares de barrio con jóvenes y niños. Y he pasado unos cuantos años al servicio de la lengua árabe hablada en el país.

Celebrando el “jubileo de oro” y la larga andadura con el Señor y con mis herman@s musulmanes dos palabras me habitan: acción de gracias y amor gratuito. Gracias a Dios y a todos por una vida sencilla hecha de compartir el día a día con familias, colegas de trabajo, niños jóvenes, vecinos… Servicios mutuos de vecindad, participación


María con Simone Dislaire (HMNSA) visitando una familia amiga.

en los acontecimientos familiares de penas y alegrías… Puerta siempre abierta a lo imprevisto, corazón abierto para reconocer las maravillas del Señor en la fe y en la acción del otro diferente, intentando siempre comprender, no juzgar, dejarse conmover, convertir. Yo no tengo “La Verdad”, solo una parte de ella. Dios es la VERDAD.

Desde siempre, en todo encuentro, en toda acción, une palabra del evangelio de San Juan me ha guiado: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn. 15, 12). La “misión” en país de Islam tiene poco que ver con la noción tradicional de evangelización: predicación, catequesis, administración de sacramentos…


María con Chantal (HMNSA) con un grupo de niños de la vecindad de La Marsa.

Aquí la misión es encuentro y diálogo. Encuentro de amor gratuito y sin ideas preconcebidas de recuperación. Encuentro alegre y gratificante al compartir riquezas mutuas. Juntos, sin distinción de religión, actuamos para que advenga un mundo mejor donde reine la paz y la justicia, donde los más débiles, los pequeños, los que no cuentan, puedan vivir felices. El testimonio está en la manera de vivir, de estar presente, en el amor que tenemos para el otro y que debe « hablar en actos » de este Jesús del que nosotros vivimos.

Los niños, los jóvenes, me han aportado mucho. La confianza depositada en mí por ellos y sus padres siempre me ha conmovido. De los niños he aprendido a maravillarme ante las pequeñas cosas, su frescura, su espontaneidad, han cambiado mi mirada. Me han enseñado la sencillez y la relatividad de muchas situaciones.


María con Josette Beyou (HMNSA) visitando una familia amiga.

Dos grandes fuerzas en mi vida: Jesucristo, “el enraizamiento” del Cardinal Lavigerie en Cristo, descubierto, siempre nuevo, en la oración diaria, y la vida de comunidad. Juntas somos enviadas y juntas podemos dar el testimonio de que es posible vivir en paz y armonía de culturas, razas, orígenes diferentes. “Ved como se aman para que el mundo crea”.

En un ambiente musulmán, entre creyentes para quienes el matrimonio es muy importante… el celibato consagrado les plantea preguntas. Incluso si no lo entienden, nuestra vida de entrega total a los demás puede ser un testimonio, así como la vida comunitaria auténtica. Vivimos juntas de diferentes países, culturas, edades… Es un desafío que algunas personas aprecian y estiman.


María y Josette con un grupo de mujeres migrantes trabajadoras domésticas en Túnez, que se reúne regularmente en casa de las hermanas en La Marsa.

He sido feliz de vivir con mis hermanas y con mis relaciones al exterior. Siempre me he sentido amada, aceptada, apoyada, enriquecida… por la comunidad y con los que he caminado en el trabajo, en los encuentros, en las visitas, en el vecindario… Los he amado y los amo de todo corazón y guardo recuerdos inolvidables.

Doy gracias a Dios y a tantas personas con quienes he caminado durante estos años. Creo que juntos, hemos hecho posible que el Reino haya crecido un poco aquí y allá.

Maria Hernandez, HMNSA

La Marsa (Túnez)

jueves, 21 de febrero de 2019

Mujeres del Malí salvan a sus hijos durante la sequía

Antonia y Ana Maria Ygeño con dos Padres Blancos en el Malí
Estuve en Mali 48 años. Una buena parte de esos años los pasé en Mandjakui. Las hermanas se ocupaban de un Centro de bordado tunecino al que acudían mujeres analfabetas. Era una manera de darles no solo la formación al bordado, sino una formación general que les sirviera en su vida: cómo cuidar de los niños y de la familia, alimentación, higiene, salud, leer, escribir, etc.
Dos episodios de sequía fueron especialmente severos y largos, el de 1972 y 1973 y el de los años 1982 a 1984. al comienzo de “la gran sequia” (1972 – 1974), cuando los graneros empezaron a vaciarse, los hombres se marcharon de los pueblos para ir a buscar trabajo, y no ser una “boca mas” para alimentar. No era una escapatoria, pues son muy trabajadores, sino una estrategia de sobrevivencia. En el pueblo se quedaron sólo las mujeres con los niños. Gracias a lo que ganaban en el Centro al vender sus trabajos, pudieron sobrevivir. Compraban comida para que los hijos comieran lo mínimo y pagaban la escuela. Consiguieron sacar adelante a los hijos con el fruto de su trabajo.
Son mujeres muy valientes e inteligentes. Llegaban a hacer un trabajo extraordinario, bordados con gran perfección. Durante el tiempo en que estuvieron solas, viendo como a pesar de grandes dificultades, conseguían que sus hijos y ellas comieran aunque fuera lo mínimo y que pudieran continuar en la escuela. Estaban orgullosas de lo que eran capaces de hacer. Eso les dio seguridad. Se valoraban mucho mas y su autoestima aumentó, aunque ellas no lo llamaban así, pero se veía y se sentía.
Cuando al cabo de dos años comenzó a llover, los hombres volvieron. Estaban en admiración delante de sus mujeres, al ver como en tiempos de dificultad habían sido capaces de sobrepasar las dificultades y que gracias a ellas sus hijos habían podido sobrevivir. Eso les hizo valorarlas más. La admiración en los hombres les daba dignidad y reconocimiento. Aunque al ser cristianos las relaciones entre hombres y mujeres son bastantes buenas, a partir de ese momento la mujer se vio mucho mas libre y tratada con mas igualdad. Ellas se sintieron capaces de luchar por la supervivencia de los suyos y fueron reconocidas en ese esfuerzo.
No solo estábamos en la ciudad, sino que íbamos a visitar a las mujeres en los pueblos. A veces nos quedábamos  dormir en los pueblos. En una región me solía quedar a dormir en casa de una señora, en la estera y comía lo que ella o las otras mujeres cocinaban. ¡Para ellas el acogerme y recibirme era una alegría muy grande! Lo único que yo hacía era dejarme acoger por ella. Cuando murió mi madre hizo 60 km a pie para venir a saludarme. Le dije ¿por qué te molestas? Me dijo “Porque la amistad es lo más bonito y lo mejor que existe en el mundo”. Yo no había hecho nada para merecerlo, solo recibir lo que ella me ofrecía… y eso me hacia recibir muchísimo… Podemos pasarnos de muchas cosas, pero no de querer y ser queridos y ahí lo he vivido a fondo.
Mi contacto con todas las mujeres en los distintos sitios del Mali donde he vivido, ha sido magnifico. Acogía lo que ellas me ofrecían en su pobreza y el poder compartir lo poco que tenían y el ver que yo lo aceptaba con gusto les llenaba de alegría. . Eso les alegraba poder compartirlo y ver que yo lo aceptaba con gusto.
Son  muy agradecidas. Quiero a las mujeres y ellas lo saben. El aceptar lo que ellas me ofrecían, nos permitía tener un contacto de cariño y de amistad extraordinario.
En el barrio de Kalabankura, en Bamako las hermanas tenemos un Centro para chicas que no han ido a la escuela. La mayoría eran musulmanes y se les daba una formación general con costura y confección, pero también hacían el tinte de las telas, jabon y diferentes actividades.
Un día, un centro muy importante que trabaja para la exportación de vestidos nos pidió que le enviáramos chicas para trabajar allí. Fueron las mejores. Eso les permitía tener un salario fijo. Cuando recibieron el primer salario, nunca habían tenido tanto dinero junto. Me llamaron todas para darme las gracias por todo lo que les había dado ayudándoles en su formación.
Otra chica gracias a la alfabetización recibida en el Centro pudo continuar sus estudios de enfermera. Su graduación fue una alegría muy grande para todas las hermanas que hemos pasado por ahí y que conocían a la chica.
Antonia Agreda

lunes, 11 de febrero de 2019

La fraternidad humana es un llamado divino, dice el secretario general del CMI


La fraternidad humana es un llamado divino, dice el secretario general del CMI
Foto: Carla Khijoyan/CMI
03 de febrero de 2019
Versión en español publicada el: 04 de febrero de 2019
Organizada por el Consejo Musulmán de Ancianos, la Conferencia Mundial sobre Fraternidad Humana (3 y 4 de febrero) reunió a prominentes personalidades religiosas, intelectuales y mediáticas internacionales de diversas tradiciones religiosas, entre ellos, además del Rev. Tveit, el papa Francisco y el Gran Imán de Al Azhar, el Dr. Ahmad Al-Tayyeb.
En un mundo marcado por el odio, la intolerancia y el conflicto, dijo Tveit, lo que las tradiciones religiosas del mundo deben ofrecer es el indispensable contrapeso del amor.
Haciendo alusión a las creencias cristianas, Tveit dijo que: “Como cristianos, creemos que el amor de Dios, tal como se manifiesta a través de Jesucristo, puede impulsarnos a vivir juntos como una única familia humana”.
Tampoco esto es un mero sentimiento, dijo. “El amor auténtico es más que sentimientos; es algo que se demuestra mediante una búsqueda común de justicia y paz.  Hemos sido creados juntos y llamados como gentes de fe para ser guardianes los unos de los otros, como hermanas y hermanos”.
Reconociendo que, con frecuencia, los propios grupos religiosos no han sabido llevar el amor a la práctica, el Rev. Tveit defendió que el amor es el antídoto contra el odio y, especialmente, contra el flagelo del racismo.
“La influencia perversa del racismo en el mundo actual nos plantea a todos, sea cual sea nuestra religión, el reto de averiguar qué implica realmente en la práctica amar a todas nuestras hermanas y hermanos humanos, y de luchar para que todos ellos vivan la justicia y la paz en sus vidas cotidianas, tal y como desearíamos para nosotros mismos”.
“El racismo es una realidad que degrada, discrimina y excluye a los otros. Es un pecado humano y uno de los venenos más peligrosos de nuestras vidas como una única familia humana”.
Haciendo referencia a los genocidios del siglo XX, particularmente el de los judíos en la Segunda Guerra Mundial, Tveit advirtió sobre los peligros actuales que plantean los exclusivismos.
Al establecer un vínculo entre un solo Dios y una sola humanidad, señaló, el papel de las comunidades religiosas es “inculcar el valor y el concepto de ciudadanía, sobre la base de la diversidad, de la promoción de la libertad de religión y de creencias, y de la solidaridad entre las diferentes comunidades religiosas”.
“Hoy necesitamos un nuevo discurso comunitario y un nuevo pacto social entre nosotros. En todas partes, también en Oriente Medio, la cuna de nuestras tres religiones abrahámicas. Especialmente, son los más vulnerables quienes deberían sentir un apoyo verdadero y la solidaridad de todos. Entre los que llevan más tiempo sufriendo la falta de una verdadera ciudadanía, la falta de igualdad de derechos y de una protección adecuada, destaca el pueblo palestino”.
Para concluir, Tveit dijo: “También sabemos que las convicciones religiosas pueden engendrar emociones fuertes, entre ellas la agresión, el odio e incluso la violencia hacia los demás. “Para nosotros, que estamos aquí, es nuestra responsabilidad, y la de todo el que represente a una religión en la actualidad, ser un reflejo del amor de Dios por la humanidad”.

martes, 5 de febrero de 2019

El mundo en que vivimos


ÁFRICA, EL EXPOLIO QUE SIGUE
-Resumen-

Se dice que vienen por la desesperación de la pobreza y el hambre, acrecentada por los desastres naturales y los conflictos bélicos. Y es cierto. Pero muchos africanistas sostienen que la causa más profunda de la migración africana es el saqueo sistemático de las materias primas africanas por parte de las multinacionales y los grandes poderes financieros extranjeros y locales. Y en ese proceso de expoliación de los recursos, frecuentemente con métodos violentos, se hace imposible la vida de la gente, que huye de sus tierras y países.


MATERIAS PRIMAS

En África están el 97% de las reservas mundiales de cobre, el 80% de las de coltán (abreviación de columbita-tantalita), el 50% de las de cobalto, el 57% de las de oro, el 20% de las de hierro y cobre, el 23% de las de uranio y fosfatos, el 32% de las de manganeso, el 41% de las de vanadio, el 49% de las de platino, el 60% de las de diamantes, el 14% de las de petróleo, el 66% de la cromita…

Buena parte de los minerales citados son imprescindibles para las industrias de aeronáutica, exploración espacial, automovilística, telecomunicaciones, informática, armas inteligentes, videojuegos, e incluso medicina… De ellos depende que nosotros tengamos ordenadores y móviles. Y con frecuencia esos minerales son extraídos de las minas por niños y niñas que trabajan en condiciones infrahumanas.

Además, África suma el 12,5% de la producción mundial de petróleo. También tiene el 65% de las tierras cultivables del planeta. Produce, y en muchos casos exporta, cereales, cacao, algodón, maní, aceite de palma, café… Pero la mayor parte de estos recursos están sub-explotados o concedidos a empresas extranjeras. Es una paradoja que muchos países africanos, dramáticamente acosados por el hambre, estén garantizando la seguridad alimentaria a poblaciones de otros continentes y enriqueciendo a especuladores.

En la costa de África occidental (Mauritania, Senegal, Gambia…) abunda el pescado, y allí se han asentado grandes empresas transnacionales para producir harina de pescado, negocio que ya alcanza unos 140.000 millones de euros anuales y que pone en peligro la supervivencia de las comunidades costeras.

 CONTINENTE RICO, HABITANTES POBRES

A finales del siglo XX, ante la imposibilidad de que los países africanos (y otros) pagaran su deuda, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial inventaron el “ajuste estructural”. Fue así como, en plena orgía privatizadora, los países occidentales se lanzaron al floreciente  mercado de materias primas africano, a través de las grandes multinacionales mineras. Casi todas las minas africanas fueron privatizadas. Algo similar ocurrió con el sector de los hidrocarburos.

Actualmente, entre el 60 y el 80% del valor de las exportaciones de los países africanos corresponde a materias primas, y sus importaciones son productos manufacturados. África carece de una industria propia.

La riqueza de África se queda entre las multinacionales mineras, petroleras, agrícolas, pesqueras…, los gobiernos y las élites locales, los señores de la guerra… 38 de los 54 países africanos se encuentran entre los 50 países menos desarrollados del mundo. Hay en el Continente 256 millones de hambrientos, es decir, el 21% de sus 1.200 millones de habitantes.

Países potencialmente ricos como la República Democrática del Congo, Nigeria, Angola, Ghana, Costa de Marfil, Guinea Ecuatorial, Níger, etc. tienen a la mayoría de sus habitantes sumidos en la pobreza, fruto del expolio y la desesperante desigualdad. Para las poblaciones locales, la actividad minera implica la expropiación de tierras de cultivo, la reubicación de pueblos enteros, la contaminación del agua por el cianuro, el deterioro de la salud… Es decir, un mayor empobrecimiento.

Las riquezas que alberga África han sido la causa de innumerables conflictos  y guerras, y detrás de esos conflictos suelen estar las potencias de Occidente y las trasnacionales que se disputan las materias primas. La República Democrática del Congo, Ruanda, Burundi y Tanzania son un caso paradigmático. La guerra del coltán fue especialmente intensa entre 1998 y 2005, y costó la vida al menos a cuatro millones de personas. Actualmente se calcula  que un kilo de coltán supone, como mínimo, dos muertes en las minas, pero luego están las disputas por el metal. Los militares congoleños tratan de evitar que las minas caigan en manos de señores de la guerra o rebeldes extranjeros. Los señores de la guerra (unos 120 pequeños ejércitos) explotan yacimientos ilegales,  extorsionan a los mineros y venden las materias primas  (sobre todo el coltán) a los países vecinos, que los comercializan con las transnacionales. Rebeldes pagados desde Ruanda y Uganda, países títeres de Estados Unidos, también codician los preciados metales. Y, detrás de todo ello, las grandes multinacionales (Apple, Intel y otras) que lucran con el sufrimiento y la muerte.

 EXPOLIO Y CORRUPCIÓN

Con frecuencia las grandes potencias manipulan y alientan los conflictos étnicos (y más recientemente el combate al terrorismo), para justificar sus disputas por las materias primas africanas. A las potencias y empresas occidentales también les va bien que haya políticos africanos corruptos que les ofrecen generosas exoneraciones fiscales y les permiten repatriar el 100% de los beneficios.

En 2015, los países africanos exportaron al resto del mundo minerales y petróleo por valor de 232.000  millones de dólares, pero eso beneficia casi con exclusividad a las compañías e inversores extranjeros, dejando utilidades marginales para los países. Las transnacionales son expertas en evitar el pago de sus obligaciones tributarias, utilizando prácticas de planificación fiscal a través de paraísos fiscales. Algunos expertos calculan que esas prácticas les permiten evadir impuestos por unos 48.200 millones de dólares al año… A ello habría que agregar otros 42.000 millones anuales que pierde África por la deforestación y el uso agrícola abusivo.

La extracción de riqueza en África por parte de los países occidentales supera con creces las “ayudas” que recibe. En 2015, los países de África recibieron 161.600 millones de dólares, en su mayoría créditos, remesas de particulares y ayuda en forma de donaciones (éstas alcanzaron unos 19.000 millones). Pero de África salieron 203.000 millones en repatriación de los beneficios de las grandes corporaciones y en el traslado ilegal de dinero fuera del Continente.

 LA RAÍZ DE LA INMIGRACIÓN

Si los gobiernos de la Unión Europea quisieran acabar con la migración desesperada de tantos africanos-as, lo primero que deberían hacer es dejar de saquear África. Pero no quieren hacerlo, porque ellos y sus empresas son los más beneficiados. Los cambios necesarios no los harán las élites.

La cooperación internacional no puede alardear de su benevolencia con los pobres de África, mientras sus gobiernos y empresas siguen expoliando el Continente. Debe desvincularse de los intereses empresariales y comprometerse, junto con las organizaciones de la sociedad civil, para denunciar la responsabilidad de las empresas multinacionales y los gobiernos del Norte en el empobrecimiento de África y para proponer y exigir leyes que acaben con la evasión/elusión fiscal y los paraísos fiscales, y con otras injustas transferencias de recursos fuera de África.

Si las empresas occidentales siguen sacando miles de millones cada año mediante las industrias extractivas, los paraísos fiscales, el acaparamiento de tierras, la pesca abusiva, etc., el desarrollo de África será una causa perdida. Y seguirán viniendo…

lunes, 4 de febrero de 2019

Cumbre de cambio climatico

Vale la pena visualizar este video y ver el compromiso de los pequeños con el cambio climatico.

https://www.youtube.com/watch?v=wYr3DNWcFO0&feature=youtu.be

Enlazate por la Justicia. Dia de la Tierra

Entrevista Carlos Andrés Sergio Bresciani Lecannelier nació en Santiago de Chile en 1972, entró a la Compañía de Jesús en 1993 y se ordenó ...