13
de Diciembre 2017
Justo
Lacunza Balda
El
pasado día 9 de diciembre y con motivo del 57 año de la
Independencia de la República de Tanzania el Presidente, John
Magufuli, ha perdonado a dos violadores que fueron condenados a
cadena perpetua en 2003 por violar a diez niñas. Tenían entre seis
y ocho años. Los condenados eran padre e hijo. De profesión
cantantes. El padre se llama Nguza Viking, en arte Babu
Seya,
y su hijo Johnson Nguza, conocido como Papii
Kocha. Mientras
un grupo de fans aplaudía a los violadores, ahora liberados, a la
salida de la cárcel, otros grupos manifestaban el descontento por el
decreto presidencial. En un país que está experimentando indudables
cambios sociales como es el desafío frontal de los derechos humanos
de los niños y niñas. Continúan siendo víctimas inocentes por
parte de quienes arrollan y pisotean, maltratan y esclavizan a
los/las más débiles de la sociedad tanzana.
La
decisión presidencial se ha encontrado con fuertes críticas por
parte de muchos sectores de la población, pero sobre todo las
críticas han venido de las asociaciones que defienden los derechos
de los menores. En una de sus más recientes intervenciones ante
representantes de los padres en el marco del Partido de la Revolución
(Chama
cha Mapinduzi),
hoy en el Gobierno, el Presidente Magufuli, declaró que el País
había entrado en “una fase de decadencia moral”. Es sorprendente
que a los pocos días el máximo representante de la nación
anunciara por sorpresa la liberación de dos condenados a cadena
perpetua por violación de un grupo de 10 niñas, alumnas de una
escuela primaria de la capital, Dar es Salaam.
La
activista y doctora Helen Kijo-Bisimba, directora del Centro de
Derechos Legales y Humanos en Tanzania (LHRC en sus siglas en
inglés), ha dicho que “perdonando a esos criminales lo único que
el presidente ha conseguido es aumentar el dolor de las niñas y de
sus familias”. Además la doctora Kijo-Bisimba ha pedido que “se
cambie la Constitución para impedir que el Presidente pueda repetir
lo mismo una segunda vez”. Por otro lado la doctora Kate McAlpine,
directora de la Comunidad por los Derechos de los Niños (CCR en sus
siglas en inglés) con sede en Arusha, dice “estar horrorizada pero
no sorprendida” por la liberación de los violadores. El presidente
tanzano afirmó recientemente que las niñas que se queden
embarazadas “no vuelvan a la escuela”. Como si fueran las niñas
en edad escolar las culpables de las acciones criminales de los
violadores.
Las
violaciones de las niñas menores de edad en Tanzania está
adquiriendo proporciones nacionales alarmantes. Cada año más de
8.000 niñas abandonan la escuela porque se han quedado embarazadas.
Las leyes constitucionales de Tanzania establecen la edad legal para
el matrimonio en los 18 años. Pero los matrimonios con menores
siguen celebrándose y las violaciones van en aumento. He ahí el
reto del Año Nuevo 2018: respetar los derechos de los más
vulnerables y parar la lacra social de las niñas violadas. La vida
humana no es un juego de azar. En ninguna parte del mundo.
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