27/02/2019
por Marc Léonard Laisser
El debate sobre la migración es asombroso y, sin embargo,
perdura, conecta, e incluso encaja en lo ordinario de nuestra cultura política
contemporánea. Paraliza a Europa, que habla de ello continuamente, pero nunca reflexiona.
Invade la propaganda partidista y se impone como una especie de sutileza
electoral que deleita a los populistas de todos los ámbitos, de derecha y ahora
de cierta parte de la izquierda. Paraliza a los gobiernos que temen el respeto
por la verdad o que una explosión de humanismo no tenga valor en las encuestas.
Bertrand
Badie, Sciences Po - USPC
Desde principios de este siglo 50,000 seres humanos han muerto, todavía muy
jóvenes, en las profundidades del
Mediterráneo y la imaginación de los gobiernos humanos se limita a fortalecer los controles, consolidar "Frontex" o desarmar al “Acuarius”. ¿Qué
le ha sucedido al Consejo Europeo, para que sea incapaz de imaginar lo que podría ser una
política de migración en los albores del tercer milenio?
Un mundo donde todos
ven a todos.
De eso se trata: de tener el coraje y la lucidez de pensar en
una globalización de la que todos están hablando, sin saber cómo mirarla y sin sacar
las consecuencias. Hemos entrado en un mundo de interdependencia y comunicación
generalizada para el cual la movilidad de las personas se ha convertido en un
principio irreversible con el que debemos aprender a vivir.
Estamos en un mundo donde todos ven a todos, se comparan
constantemente entre sí y despliegan un ideal que abarca a todo el planeta. Un
mundo en el que nunca se le prohibirá a nadie pensar que el sufrimiento de su
pueblo podría ser menor en otro lugar, un mundo donde la falta de un futuro en
el hogar genera la esperanza de encontrar una solución en otra parte. Un mundo
donde la humanidad es, por primera vez en la historia, tributaria de todo el
planeta. Un mundo en el que cada uno de los 7 mil millones y medio de seres
humanos, es responsable y apoya a todos los demás. Así es, nadie lo ha
decidido, es el movimiento de una historia de la que seguimos siendo, por
cierto, los privilegiados ...
Necesidad de los otros
Este gran cambio que afecta la profundidad de nuestras perspectivas
y de nuestros comportamientos, es una realidad que se vive con mayor intensidad
cuando pertenecemos al mundo del sufrimiento, el mismo que ya no podemos
privatizar o rechazar hoy, como terrae
incognitae, detrás de los muros de
la soberanía, incapaz de resistir a la comunicación moderna.
Sin embargo, la revolución no es espectacular ni dolorosa: en
medio siglo, la proporción de poblaciones migrantes han aumentado solo del 2,2%
a poco más del 3% de la población mundial, sabiendo además… ¡que las migraciones Sur-Norte representan
únicamente un tercio del total de migraciones!
El desafío es aún más fácil de notar porque las razones
positivas para integrar a las poblaciones migrantes, son muy numerosas, pero los políticos las mantienen en secreto: Europa envejecida necesita una fuerza laboral
renovada. Nuestros presupuestos sociales necesitan estos activos contributivos
que el régimen de ocultamiento anula. Sin embargo prospera, de forma escandalosa, la promoción de los contrabandistas o las mafias
de todo tipo, y conviene pensar que éstos perderían su trabajo en un contexto
de gobierno transparente de los flujos migratorios.
Pero, sobre todo, necesitamos puentes, encuentros,
convergencias e intercambios culturales que nos sintonicen con nuestro mundo y
nuestro siglo. No nos engañemos: la ortodoxia de la identidad, el arcaísmo
cultural, la tensión neo-nacionalista, infinitamente más peligrosas que la apertura
al mundo, que las transferencias de una cultura a otra, siempre han permitido
iniciar los grandes círculos de nuestra historia y la de los demás ...
Por un gobierno global de la migración.
El conservadurismo y el cambio fueron los dilemas permanentes
al tomar las decisiones que dieron forma a nuestro mundo en todo momento. El
primero anima hoy una ola populista gigantesca que se alimenta de una obsesión
con la identidad, denunciando las "crecientes" amenazas y los riesgos
de la "inmersión".
Sus diseñadores, con frecuencia estigmatizados, afirman ser un encargo que no tiene nada que
vender en un contexto globalizado, excepto una visión jerárquica de las
culturas, una disculpa para los guetos y una vasta mampostería de muros de todo
tipo. Una perspectiva ideal para establecerse en un mundo habitado por
fundamentalistas triunfantes, el mejor regalo que se puede ofrecer a los
empresarios violentos que prosperan con el sufrimiento y la humillación que
sufren los más débiles. La vieja derecha estaba haciendo lo habitual,
acompañada hoy por una arcaica izquierda que, en Alemania, Francia o Italia,
espera su tajada en la torta electoral.
El cambio, mientras tanto, obviamente no puede surgir de una
estrategia de un solo sector. Es parte de la globalización y el trabajo
multilateral. Algo que no es ni bueno ni malo: será lo que hagamos con él. Es
hora de que sea parte de un verdadero humanismo. Así como él fue capaz de alejar
a la creciente sociedad industrial de la brutalidad de quienes la iniciaron, es
urgente seguir a aquellos (ONG, asociaciones, agencias de la ONU, personas
individuales) que luchan, a menudo en el silencio, para construir un mundo más
humano, sabiendo que sus victorias son a partir de ahora, sorprendentes.
El multilateralismo, arrancado del chantaje permanente de las
grandes potencias, debe ir a sus misiones sociales, como Kofi Annan decía. La
gobernanza global de la migración necesita construir un edificio institucional,
que ofrezca beneficios óptimos a los tres socios clave: los migrantes, las
sociedades que se inician y las sociedades receptoras. Debe crear agencias en
todo el mundo para realizar este esfuerzo de información, capacitación,
orientación e integración que es el camino normal de la movilidad humana
durante este tercer milenio.
Corresponde a nuestros líderes actuar: que se detengan por un momento para
convertirse en actores políticos, en estadistas que finalmente piensan que el
futuro no se debe a las contingencias electorales. Entonces, tal vez el
Mediterráneo ya no sea este cementerio anónimo que hoy envuelve tantas
esperanzas y alienta a toda cobardía.
Bertrand Badie,
profesor de ciencia política, Sciences Po - USPC
Este artículo es republicado con licencia de Creative Commons.
Traducido del francés
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