viernes, 8 de marzo de 2019

El migrante es el futuro del mundo


27/02/2019 por Marc Léonard Laisser
El debate sobre la migración es asombroso y, sin embargo, perdura, conecta, e incluso encaja en lo ordinario de nuestra cultura política contemporánea. Paraliza a Europa, que habla de ello continuamente, pero nunca reflexiona. Invade la propaganda partidista y se impone como una especie de sutileza electoral que deleita a los populistas de todos los ámbitos, de derecha y ahora de cierta parte de la izquierda. Paraliza a los gobiernos que temen el respeto por la verdad o que una explosión de humanismo no tenga valor en las encuestas.
Bertrand Badie, Sciences Po - USPC
Desde principios de este siglo  50,000 seres humanos han muerto, todavía muy jóvenes,  en las profundidades del Mediterráneo y la imaginación de los gobiernos humanos se limita a fortalecer los controles, consolidar "Frontex" o desarmar al “Acuarius”. ¿Qué le ha sucedido al Consejo Europeo, para que sea  incapaz de imaginar lo que podría ser una política de migración en los albores del tercer milenio?
Un mundo donde todos ven a todos.
De eso se trata: de tener el coraje y la lucidez de pensar en una globalización de la que todos están hablando, sin saber cómo mirarla y sin sacar las consecuencias. Hemos entrado en un mundo de interdependencia y comunicación generalizada para el cual la movilidad de las personas se ha convertido en un principio irreversible con el que debemos aprender a vivir.
Estamos en un mundo donde todos ven a todos, se comparan constantemente entre sí y despliegan un ideal que abarca a todo el planeta. Un mundo en el que nunca se le prohibirá a nadie pensar que el sufrimiento de su pueblo podría ser menor en otro lugar, un mundo donde la falta de un futuro en el hogar genera la esperanza de encontrar una solución en otra parte. Un mundo donde la humanidad es, por primera vez en la historia, tributaria de todo el planeta. Un mundo en el que cada uno de los 7 mil millones y medio de seres humanos, es responsable y apoya a todos los demás. Así es, nadie lo ha decidido, es el movimiento de una historia de la que seguimos siendo, por cierto, los privilegiados ...

Necesidad de los otros
Este gran cambio que afecta la profundidad de nuestras perspectivas y de nuestros comportamientos, es una realidad que se vive con mayor intensidad cuando pertenecemos al mundo del sufrimiento, el mismo que ya no podemos privatizar o rechazar hoy,  como  terrae incognitae,  detrás de los muros de la soberanía, incapaz de resistir a la comunicación moderna.
Sin embargo, la revolución no es espectacular ni dolorosa: en medio siglo, la proporción de poblaciones migrantes han aumentado solo del 2,2% a poco más del 3% de la población mundial, sabiendo además…  ¡que las migraciones Sur-Norte representan únicamente un tercio del total de migraciones!
El desafío es aún más fácil de notar porque las razones positivas para integrar a las poblaciones migrantes,  son muy numerosas,  pero los políticos las mantienen en secreto:  Europa envejecida necesita una fuerza laboral renovada. Nuestros presupuestos sociales necesitan estos activos contributivos que el régimen de ocultamiento anula. Sin embargo prospera,  de forma escandalosa,  la promoción de los contrabandistas o las mafias de todo tipo, y conviene pensar que éstos perderían su trabajo en un contexto de gobierno transparente de los flujos migratorios.
Pero, sobre todo, necesitamos puentes, encuentros, convergencias e intercambios culturales que nos sintonicen con nuestro mundo y nuestro siglo. No nos engañemos: la ortodoxia de la identidad, el arcaísmo cultural, la tensión neo-nacionalista,  infinitamente más peligrosas que la apertura al mundo, que las transferencias de una cultura a otra, siempre han permitido iniciar los grandes círculos de nuestra historia y la de los demás ...

Por un gobierno  global de la migración.
El conservadurismo y el cambio fueron los dilemas permanentes al tomar las decisiones que dieron forma a nuestro mundo en todo momento. El primero anima hoy una ola populista gigantesca que se alimenta de una obsesión con la identidad, denunciando las "crecientes" amenazas y los riesgos de la "inmersión".
Sus diseñadores, con frecuencia estigmatizados,  afirman ser un encargo que no tiene nada que vender en un contexto globalizado, excepto una visión jerárquica de las culturas, una disculpa para los guetos y una vasta mampostería de muros de todo tipo. Una perspectiva ideal para establecerse en un mundo habitado por fundamentalistas triunfantes, el mejor regalo que se puede ofrecer a los empresarios violentos que prosperan con el sufrimiento y la humillación que sufren los más débiles. La vieja derecha estaba haciendo lo habitual, acompañada hoy por una arcaica izquierda que, en Alemania, Francia o Italia, espera su tajada en la torta electoral.
El cambio, mientras tanto, obviamente no puede surgir de una estrategia de un solo sector. Es parte de la globalización y el trabajo multilateral. Algo que no es ni bueno ni malo: será lo que hagamos con él. Es hora de que sea parte de un verdadero humanismo. Así como él fue capaz de alejar a la creciente sociedad industrial de la brutalidad de quienes la iniciaron, es urgente seguir a aquellos (ONG, asociaciones, agencias de la ONU, personas individuales) que luchan, a menudo en el silencio, para construir un mundo más humano, sabiendo que sus victorias son a partir de ahora, sorprendentes.

El multilateralismo, arrancado del chantaje permanente de las grandes potencias, debe ir a sus misiones sociales, como Kofi Annan decía. La gobernanza global de la migración necesita construir un edificio institucional, que ofrezca beneficios óptimos a los tres socios clave: los migrantes, las sociedades que se inician y las sociedades receptoras. Debe crear agencias en todo el mundo para realizar este esfuerzo de información, capacitación, orientación e integración que es el camino normal de la movilidad humana durante este tercer milenio.
Corresponde a nuestros líderes  actuar: que se detengan por un momento para convertirse en actores políticos, en estadistas que finalmente piensan que el futuro no se debe a las contingencias electorales. Entonces, tal vez el Mediterráneo ya no sea este cementerio anónimo que hoy envuelve tantas esperanzas y alienta a toda cobardía.

Bertrand Badie, profesor de ciencia política, Sciences Po - USPC

Este artículo es republicado con licencia de Creative Commons.
Traducido del francés

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