Los votantes tienen un humor cambiante y
si los políticos no responden a sus peticiones se van a otro lugar. La ley es
implacable. Los años de recesión y de crisis del euro lo han mostrado con la
alternancia, rechazando en las minorías
la mayor parte de responsables políticos del Viejo Continente, con la
notable excepción de Angela Merkel. El golpe es todavía mas duro, después de
diez meses de derrota colectiva delante del éxodo de refugiados y de emigrantes.
Desde la derecha a la izquierda, los partidos tradicionales luchan por la
supervivencia. Y es alrededor de la cancillera de resistir el asalto.
¿Populistas? ¿Extremistas? ¿Xenófobos? ¿
Contra-Estabilidad? ¿ Demagogos?. Las palabras no son suficientes para
describir a los que tiran los hilos de
dinamitar las clases políticas, hasta los EE.UU. con los ultrajes
de Donald Trump del partido
republicano.
En Europa, los perfiles son muy variados,
desde el renacimiento de la Liga de Norte en Italia a la progresión fulminante
de Pegida, movimiento islamo fóbico que planeo la manifestación en 14 países,
dos años después de su lanzamiento en Dresde. O de Marine Le PEN opuesta en
todas direcciones, hasta Victor Orban solidamente instalado en su sillón de
jefe de Gobierno de Hungría.
Pero todos ganan en la opinión, con la
misma alquimia detonante. Por un lado,
el miedo, nutrido por el terrorismo, el islamismo y las oleadas de mas de un millón de nuevas llegadas a
través de la ruta de los Balcanes. Por otra parte, la constatación de las
elites políticas juzgadas tanto incapaces como indiferentes, y el rechazo de
su obra más ambiciosa: sesenta años de construcción europea.
Traducido del Boletín ARCRE
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